miércoles, 16 de diciembre de 2009

La leyenda de Santa Eulàlia

Santa Eulàlia de Barcelona es protagonista de tres leyendas muy llamativas que, de ser verdad, la convierten en la barcelonesa más desgraciada de la Historia. Para empezar, ella era la patrona de la ciudad hasta que la cambiaron por la Mercè. Por eso suele llover en estas fiestas, porque Santa Eulàlia llora su rechazo. Las otras dos leyendas curiosas hablan de la forma en que fue martirizada. Cuentan que Santa Eulàlia tenía trece años cuando los romanos la detuvieron y, por no renegar de sus creencias cristianas, la torturaron de trece maneras diferentes, una por cada año de edad. De estos 13 diferentes tormentos, hay dos que son los más recordados popularmente.




El tormento más clásico, la crucifixión, tuvo consecuencias insospechadas. Clavaron a Eulàlia en una cruz en forma de aspa, o de X, completamente desnuda, en el cruce de las calles Carme y Hospital, donde hoy hay una fuente. Y entonces ocurrieron los fenómenos. El primero: a Eulàlia le creció el pelo en un instante, cubriendo su desnudez. El segundo: comenzó a nevar, y cayó tanta nieve que también la cubrió hasta el cuello. Por su crucifixión, la catedral de Barcelona se llama de la Santa Cruz y Santa Eulàlia y si uno se esfuerza puede ver cruces en forma de aspa representadas en distintos puntos del edificio. No sólo eso, en el claustro viven trece ocas blancas, en honor a Eulàlia, que era la encargada de cuidar de las ocas de su familia en los antiguos campos de lo que hoy es Sarrià.




Pero volvamos a la leyenda, la tercera y más extraña. El otro tormento que se recuerda de Santa Eulàlia (y el que es más popular) es el del barril. Según la tradición, metieron a Eulàlia en un tonel lleno de clavos, cristales rotos y cuchillos, y la lanzaron rodando cuesta abajo en lo que hoy se conoce como Baixada de Santa Eulàlia. Y parece que así acabó sus días la pobre chica, a sus trece años: masacrada dentro de un tonel.




En la catedral hay una zona que suele pasar desapercibida para los visitantes: la cripta de Santa Eulália. En ella, doce arcos convergen en la clave de la bóveda, sobre el sepulcro de la santa que sumaría de nuevo trece. Allí se guardan los restos de Eulàlia, trasladados desde el lugar donde los encontraron en el siglo noveno: Santa María de las Arenas, antigua iglesia que se erigía en el lugar donde hoy está Santa María del Mar. Al parecer, tras el paso de los musulmanes por la ciudad, se había olvidado el lugar donde descansaban sus restos. ¿Cómo supieron entonces que se trataba de Santa Eulàlia?




El cuerpo de Eulàlia se encontraba dentro de un sarcófago de piedra, donde una inscripción decía que se trataba de su tumba. Pero lo que de verdad convenció a quienes lo hallaron de que esos restos pertenecían a la desdichada Eulàlia era que ese cadáver de niña pseudo momificado, con restos de vidrio y puntas de metal clavadas aún por todas partes de su cuerpo, estaba enterrado dentro de los restos podridos pero aún reconocibles de un barril.






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